Otra excepción a la regla: La Renga

Siempre hay excepciones a la regla. En algún momento, y por mucho tiempo, fueron los Redondos, ese sueño que terminó con uno de sus mejores recitales en agosto de 2001, en el estadio mundialista de Córdoba. Ellos fueron el gran fenómeno que hizo de la independencia no sólo el camino posible que ya había mostrado MIA, sino que fue más allá y alcanzó una masividad inigualable.

 

Por Daniel Amiano / La Nación


Ya pasó mucho tiempo desde que Patricio Rey salió a recorrer otros caminos, pero buena parte de las nuevas propuestas del rock llega a través de ediciones independientes. No es fácil, pero es posible, y da la suficiente libertad a los creadores como para decidir por sí mismos de qué manera y con qué propuesta estética comunicarse con el público.

Los últimos acontecimientos rockeros fueron los festivales. Encuentros organizados por sponsors que intentan absorber la convocatoria de muchas de las bandas que hoy ocupan el primer plano del rock y que a su vez sirven como posible plataforma de lanzamiento de algunas bandas nuevas. Pero allí también hubo una excepción: La Renga no formó parte de las nueve jornadas del Quilmes Rock. Ellos tendrán su propia gran fiesta de fin de año mañana, en el estadio de Huracán.

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Es cierto que la independencia no es un valor en sí mismo y que si alguien tiene algo para expresar podrá hacerlo aunque firme un contrato, pero también es cierto que, más allá del enorme daño que hoy provoca la piratería a los autores, a los compositores y a los sellos, la industria suele imponer condiciones estéticas demasiado rígidas (esas fórmulas agotadoras) como para que un artista nuevo tenga la posibilidad de desarrollar una obra.

Por supuesto, también hay excepciones. Y La Renga, otra vez, es una de ellas. Todavía inmersos en una forma de trabajo que se hace con sencillez, responsabilidad y respeto hacia quienes sostienen la propuesta.

La frase "a los mismos de siempre", acuñada por músicos y público como una forma de entender esa comunión, nacida de un rock crudo y directo, cobra sentido cuando ese mar de gentes hace de la fidelidad el gesto que completa la propuesta del grupo, y que explica ese fenómeno que, en este momento, resulta único. El momento ideal en el que músicos y seguidores concretan ese rito festivo en el que las canciones ofician de señas que arman una identidad, un lugar, una historia propia.